Cuento de la princesa con bolsa de papel

Erase una vez un rey que vivía con sus hijas. Eran todas muy hermosas, pero la más pequeña era la más hermosa. Cerca del palacio, había un grande y profundo bosque, donde había una fuente.

La hija pequeña solía ir allí y se sentaba junto a la fuente. Solía llevar también una bola de oro que lanzaba hacia arriba y la volvía a coger. Pero un buen día, tiró la bola de oro a lo alto y no pudo cogerla. La bola se fue rodando hasta el agua donde cayó en lo más profundo.

La niña lloraba cada vez más fuerte, pero de repente una voz le preguntó, que hacía una niña tan sola y triste en el bosque. Encontró entonces, que la voz provenía de una rana que asomaba la cabeza fuera del agua.

La niña, aunque sorprendida, le contó el suceso de la bola a la rana, la cual le ofreció devolverle la bola a cambio de algo. La hija del rey desesperada aceptó darle a la rana cualquier cosa, sus vestidos, sus perlas y piedras preciosas, y hasta la corona que llevaba puesta.

La rana no quería nada de eso, tan solo le pidió a la niña que la amara, la tuviera a su lado como amiga y compañera de juegos; sentarse con ella en la mesa, darle de beber en su vaso de oro, comer de su plato, y acostarse en su cama.

La muchachita que estaba deseosa de recuperar su bola de oro aceptó el trato sin dudarlo ni un segundo.

Entonces la rana desapareció en el fondo y apareció al rato trayendo consigo la bola de oro. La hija del rey se puso muy contenta y se marchó con la rana.

Por el camino, la rana no podía seguir los pasos de la niña, que andaba muy rápido y estaba muy contenta.

Gritaba y gritaba la rana llamando a la princesa, que no le hacía mientras se alejaba más y más. La niña llego al castillo y se olvidó de la pobre rana, que volvió a quedarse en su fuente.

Al día siguiente, la rana fue a buscarla al castillo, pero cuando la niña vio a la rana le cerró la puerta, pues decía que la rana era muy fea. El rey que vio lo que pasó, le preguntó a su hija qué ocurría con la rana. La hermosa niña de contó lo sucedido al padre tristemente.

Entonces el rey le dijo a la niña que tenía que cumplir con su palabra, puesto que la rana había cumplido con su parte del trato.

Y así ocurrió, la rana entró y se quedó con ella. Se sentó en su silla, comió de su plato y a la hora de dormir se fueron a la cama. La niña puso a la rana en un rincón, pero la rana quería dormir en su cama y le dijo a la niña que, o dormía en la cama o se lo decía a su padre. La niña enfadada tiró a la rana contra la pared.

Entonces la rana se convirtió en un joven y apuesto príncipe. Se casaron y al día siguiente partieron para su país, donde vivieron felices.

En esta nota hablaremos sobre
  1. Cómo es una princesa en un cuento
    1. Afirma Nadia Fink

Cómo es una princesa en un cuento

Las princesas han sido (y son) un personaje recurrente en la literatura infantil. Mujeres bellas, atractivas y delicadas, pero habitualmente con nula capacidad de opinión o decisión sobre sus vidas, siempre a merced de la voluntad de sus padres o del príncipe azul de turno. En los últimos años, sin embargo, esa imagen de princesa se ha ido resquebrajando (literariamente) por la aparición de álbumes ilustrados infantiles que, inmersos en la creciente corriente del movimiento feminista, buscan dar la vuelta y hacer reflexionar a sus lectores, padres e hijos, sobre este estereotipo que poco o nada tiene que ver con la igualdad que debería imperar hoy en día.

“Claramente estos libros son muestra de un cambio muy profundo que no solo responde a la demanda de las madres y los padres, sino también a una búsqueda de las propias niñas y los niños, que ya no se conforman con los roles que les imponen en los cuentos, los juegos y los deportes. Pero sobre todo responden a un cambio que vienen produciendo los movimientos feministas en todo el entorno cuestionando los mecanismos patriarcales que generan las violencias”, reflexiona Nadia Fink, autora de la colección #AntiPrincesas, de la editorial argentina Chirimbote, comercializada en España como Otras princesas (Maime Mujer).

En la colección de cuentos escritos por Fink e ilustrados por Pitu Saa encontramos como protagonistas a mujeres de lo más variopintas, entre otras la artista Fridha Khalo, la guerrera boliviana Juana Azurduy o la política argentina Eva Perón. Todas ellas, según la escritora, mujeres “reales, que no tienen títulos de nobleza, que cambiaron el entorno desde sus lugares, que remaron contra la corriente y gracias a ellas hoy tenemos un poco más de libertad. Mujeres que no se quedaron esperando que los salvara un príncipe azul, sino que salieron en busca de sus deseos y de sus sueños de libertad”.

Afirma Nadia Fink

que con la colección Otras Princesas no pretenden que las niñas dejen de leer cuentos de princesas, “sino mostrarles que hubo otras mujeres . en ese sentido, añade la autora que toda niña y toda mujer “tiene una disputa interna entre lo que sueña ser y lo que la cultura le pide que sea, un dilema moral en el que la antiprincesa constituiría esa parte de a mujer “que resiste a los mandatos en cada acto disidente: cuando salimos a buscar trabajo, cuando nos ayudamos entre nosotras, cuando estudiamos para ser mejores, cuando nos queremos un poco más (a nuestros cuerpos sobre todo), cuando educamos, cuando aprendemos, cuando amamos”.

¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?

Más de 1000 ejemplares vendidos lleva ya el que seguramente es el álbum ilustrado en castellano más exitoso en este ámbito. Lo escribió e ilustró la sevillana Raquel Díaz Reguera y lo publicó en 2010, mucho antes del auge del movimiento feminista actual, Thule Editorial. Hace un año y medio, con motivo de la décima edición, Raquel revisó ilustraciones y el libro se publicó en formato más grande y con un papel de mayor calidad. Ya se ha reeditado tres veces más. “Aún me sorprende el éxito”, concede la ilustradora, que también ha podido ver con asombro como su obra daba el salto a los escenarios de la mano de la adaptación teatral de Paco Mir (Tricicle).

Cuenta Raquel que escribió el libro para su hija Violeta, que quería jugar de forma recurrente a ser una princesa rosa rescatada por el príncipe azul de las garras de un dragón o de las fauces de un lobo feroz. “Entonces yo le preguntaba: ¿no sería mejor que te rescataras tú solita? ¿no es más divertido salir en busca del dragón que esperar a que un príncipe lo capture para ti? ¿y si el príncipe no aparece? ¿y no crees que es muy aburrido estar todo el día esperando, esperando y esperando a que llegue el príncipe? Y así surgió el cuento, sin más pretensión que la de intentar que una niña de seis años me explicara a mi qué resulta atractivo de ser una princesa rosa o una mujer florero”, explica.

Las princesas más valientes

El último libro en sumarse a esta corriente ha sido Las princesas más valientes (NubeOcho Ediciones), escrito por la norteamericana de padres mexicanos Dolores Brown e ilustrado por la alemana Sonja Wimmer, un álbum que nos presenta a diferentes mujeres y niñas anónimas, con las que nos podríamos cruzar cada día en la calle sin reparar en que, a su modo, también son princesas.

"Las princesas más valientes somos todas nosotras. Madres, hermanas, hijas, amigas.... Mujeres que existimos. Con un nombre. Con un parche en el ojo o con un aparato en los dientes. Somos princesas incluso con cosas que en el pasado podrían habernos dado vergüenza. No tenemos vergüenza de estar divorciadas o de ser madres solteras. Somos princesas de diferentes orígenes, somos traductoras, cajeras de supermercado, bomberas, astronautas... Profesiones que tradicionalmente eran para los hombres pueden ser realizadas también por nosotras. Somos princesas que hablamos de igualdad y que tenemos maridos que son amos de casa, somos princesas que no tenían visibilidad antes. Princesas en sillas de ruedas, princesas con el síndrome de Down. Todas, todas nosotras, somos princesas”, argumenta Dolores Brown.

Para la escritora nacida en Miami, una sociedad que aspira a la igualdad y es crítica “obviamente debe desmontar el mito de princesa estereotipada , una alternativa al auge como demuestra, en su opinión, que “incluso disney quiera hablar de princesas aguerridas o que muchas marcas quieran apuntarse al carro con un objetivo más marketiniano: “No lo hacen del todo bien y no son suficientemente críticas, pero lo valoro positivamente porque es importante que empiecen a acercarse al tema y que se hable de igualdad”.

Cambiar el estereotipo de princesa

¿Es necesario cambiar el estereotipo de princesa tradicional, acabar con él en cierto modo? Para Nadia Fink es necesario “porque las violencias de género parten desde allí mismo, desde los estereotipos que nos imponen de niñas y niños . al respecto, añade la escritora argentina que cuando mostramos a los niños un entorno donde la supuesta belleza femenina tiene que ver con una debilidad dependiente, en que los hombres pueden decidir sobre los cuerpos de ellas y en que la felicidad solo está entre las cuatro paredes del castillo “estamos determinando conductas que entran en conflicto con la realidad y que el día de mañana se convierten en violencias.

Raquel Díaz Reguera, por su parte, cree que la princesa rosa debe seguir existiendo en los cuentos, del mismo modo en que deben hacerlo “los príncipes azules, los gatos parlantes o los sapos encantados . sin embargo, destaca la importancia de esta otra literatura infantil para que las niñas “aspiren a mucho más que a ser princesas rosas. En ese sentido, considera que la literatura infantil es una herramienta que, “además de servir para entretener, divertir, disfrutar, soñar y todas las opciones que ofrecen los libros, puede servir también para que los niños y niñas y maestros y adultos reflexionen y reflexionemos sobre estos temas”.

Para Dolores Brown, por último, si en la literatura infantil se habla de igualdad esto contribuirá a crear una juventud “crítica que, quizás, con suerte, ayudará a transformar la sociedad en una más igualitaria . una sociedad en la que las niñas y niños sepan “que todo es posible, que no hay una élite de princesas y que no tienen que acercarse a ridículos estereotipos. la belleza está en la diversidad. la perfección reside en ella.

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