Es el gran maestro de la moda argentina. Personalísimo, original, divertido, abre la puerta de su casa y habla de todo: sus colegas, la Presidenta, su gran retrospectiva y sus proyectos... Gino sin filtro
Decir que estamos frente a un Bogani a punto caramelo puede sonar más a conversación gastronómica que a una charla de moda, que es para lo que vinimos. Pero la comparación se hace inexorable cuando damos con la mejor versión del gran diseñador. Sonriente, con la carcajada a flor de piel, relajado y dando rienda suelta a todo. Y todo es todo. Porque, según aclara en el minuto uno, ya está de vuelta y no piensa callarse nada. ¿Enojos? No, más que nada deseos de hacer justicia en honor a la excelencia. ¿Proyectos? Muchos. "La vida sin proyección no tiene sentido. La juventud es mantener la curiosidad y renovarse. Si hay algo que a mí no me cuesta nada es agarrar para el otro lado cuando la manada va por un mismo camino", dice pícaro..
-¿Nos explicarías con más detalles aquello de la manada?
-Los que me conocen saben que siempre voy contra la corriente. Cuando empecé impuse el color, pero después me aburrí y empecé con los marrones africanos, berenjena, chocolates y violetas. Mis clientas me preguntaban por qué, una vez que se habían animado al color, ahora les cambiaba la paleta. Y yo les decía algo simple: ¡ Ya lo hicimos, ya está!.
-La pregunta que más odiás es ¿qué color está de moda?
-Claro. ¿Qué significa eso? Se supone que el color de moda es aquel que está en todos lados. Y si eso sucede hay que dar por sentado que ya no está de moda. Cuando un tono está en todas las boutiques hay que dejar de usarlo. El color de moda es el que te queda bien. ¡Qué te importa que un color esté de moda si a vos no te funciona! Lógica pura.
-¿Qué ves en la calle? Las mujeres no se están esmerando?
-Es que el todo vale es un problema mundial. Acá un poco peor. El poco poder adquisitivo hace a la simplificación, pero eso es incriticable . Sería una estupidez. Sí critico esa actitud en quien puede y tiene otra formación.
-¿Dónde quedó el vestidito negro, lo simple y femenino para llevar durante el día?
-La independencia de la mujer que exigió comodidad extrema. Antes, la gente se vestía para hacer larguísimos viajes en barco, armaba miles de valijas. Ahora es todo rápido, hacen diez conexiones, casi deben cambiarse en el aeropuerto. Hasta yo que antes viajaba con blazer y corbata ahora lo hago con jeans y camisa. Lo que condeno, más que la ropa, es la actitud desprolija. La falta de pulcritud es imperdonable.
- Alguna vez dijiste que la elegancia no tiene clase social.
-Yo no creo en las clases, sino en los cerebros. Veo gente mal vestida, con mal gusto en la clase alta, y me sorprendo felizmente cuando encuentro chicas sencillas con mucho criterio, pulcras, sutiles. Hay gente con estilo innato. Es una cuestión de movimientos, actitud.
-Tu retrospectiva en el Recoleta fue un éxito...
Recibí amor y las palabras más bonitas. Pasaron 200 mil personas. Gente que vino desde el interior. Me siguen parando por la calle.
-Caricias para el ego. ¿Cómo te suena la palabra rey?
(Risas) -No, no, no. No dejo que me lo digan. Igual llevo una cinta colorada..
-Te envidian?
-No me concentro en eso porque no soy una persona oscura, así que no los registro. A los seres oscuros hay que tenerles mucha compasión porque sufren más que nadie. Me he enterado de cosas terribles. Supuestos colegas le han dicho a clientas mías que ya no trabajo, que estoy encerrado en mi casa, que estoy enfermo.
-¿Supuestos colegas?
-Claro. Porque yo no tengo nada que ver con esa gente. La verdad es que ya no se me antoja callarme. Es que vengo oyendo muchas pavadas. Los mismos que dicen esas barbaridades son personas que se burlan de las clientas. Han llegado a afirmar que usan encajes del siglo XVIII. ¿Se puede creer una pavada semejante? Gente que trae ropa de afuera y cambia las etiquetas. Y se dicen diseñadores. Pero, con todo respeto, mucha culpa tiene el periodismo no especializado. Les dan de comer.
-Ahora sí te enojaste.
-Lo que sucede es que yo di mucho por este métier. Tantos jóvenes me han tenido de ejemplo, han visto en la carrera de diseño de moda un mundo, un futuro. Han comprendido que haciendo las cosas con dedicación y excelencia se puede lograr un camino. No hay dudas de que mi imagen y discurso los inspiró. Me da bronca que le pongan el tilde de diseñador a una persona que compra un vestido afuera y le agrega un volado.
-¿A quiénes respetás?
-No me gusta dar nombres. Pero el otro día estuve en un desfile en el que éramos trece diseñadores. Inmediatamente advertí quién trabajaba bien y quién era un mamarracho. Porque te puede gustar o no, pero si el trabajo está bien hecho a mí ya me inspira respeto. Los vestidos de Gabriel Lage estaban impecables. Pablo Ramírez presentó un vestido que me hizo acordar a muchos vestidos que hice; él tiene su estilo, sin duda.
-¿Qué te inspira?
-Yo no tengo que agarrar una revista ni un avión. Me moviliza un jardín, la tierra mojada en contraste con las flores. Un cielo. Mi mente no para, soy libre. Me nutren la curiosidad, la belleza. Actrices como Katherine Hepburn, Marlene Dietrich, Zully Moreno, Laura Hidalgo, Chiquita Legrand. El cuello, los hombros y la sonrisa de mi adorada Graciela Borges. Leticia Brédice. Juana Viale. Araceli. Carla Peterson. Pampita, un amor, me dijo: H aceme lo que quieras.
-Además de la retrospectiva cumpliste tu sueño de hacer el vestuario de la ópera La Cenerentola, en el Colón. ¿Qué asignatura pendiente queda?
-Cuando me llamó Sergio Renán fui muy feliz. Saludar desde el escenario fue emocionante. Ahora tengo otra locura en mente: dirigir cine. Siempre adoré y me siento capacitado. Tengo la idea dando vueltas en la cabeza. Pondría un director como operativo, pero estaría detrás de cada detalle. Proyectos me sobran. Creo que es la base para conservar la juventud. Por lo menos en el alma.
Cristina y un secreto
"Reconozco que adoraría vestir a Cristina Kirchner. La primera vez que la vi fue en la embajada argentina en Nueva York. Después para el festejo del Bicentenario, cuando asistí con Graciela Borges. Ella saludó mesa por mesa. Cuando llegó a la nuestra pude cruzar unas palabras; fue muy amable. Me gustaría hacerle un muy buen tailleur. ¿Si creo que alguna vez me llamará? No sé y la entiendo. Calculo que la criticarían por elegirme. Si ella viniera y me dijera: Mirá Gino, yo no quiero que se sepa, no me importaría nada. Le iría agregando algunos marrones y berenjena. Pero no voy a dar más tips porque si se da, van a avivarse todos."