Estilo de vestir de la reina isabel la católica

Isabel la Católica no solo fue una de las reinas más importantes de España, también modificó la forma de vestir que tenían las mujeres hasta el momento y estableció las bases de nuevas modas que siguen vigentes a día de hoy.

Al contrario de lo que la gente piensa, Isabel la Católica era una mujer muy coqueta. Destinaba gran parte de su dinero en trajes y cosméticos, y trató de introducir en España las tendencias del renacimiento italiano, además de combinar paños castellanos con brocados árabes o damasquinados.

Casi todos los datos que se tienen sobre la forma de vestir de la época de los Reyes Católicos, vienen dados por cronistas que viajaban por la Europa de aquella época donde, en las clases más altas, el vestir se iba convirtiendo poco a poco en un arma política para conseguir una comunicación más directa e influyente.

Es decir, Isabel la Católica utilizaba su guardarropa y su joyero para afirmar el poder que tanto le costó conseguir. Una forma de emplear la vestimenta que seguimos usando a día de hoy, ya que muchas veces buscamos comprar prendas que nos hagan sentir poderosas y seguras de nosotras mismas.

En esta nota hablaremos sobre
  1. ¿Cómo vestía la reina Isabel la Católica?
  2. Quién vestia a la reina Isabel II

¿Cómo vestía la reina Isabel la Católica?

Solía vestir ropa con enormes volúmenes, elaboradas con exquisitos tejidos y rematadas en oro y pedrería. Llevaba, también, grandes escotes con velo, mantos de terciopelo bordado con aplicaciones de armiño, impresionantes coronas cuajadas de piedras preciosas y, a menudo, un rosario al cuello o una imponente cruz de Santiago.

En cuanto a las joyas, lucía anillos en distintos dedos y no se cortaba a la hora de complementar sus conjuntos con broches de rubíes y collares de oro o perlas. Otro detalle curioso es que solía vestir cinturones, a menudo de cuero blanco, para dotar a su figura de un aire masculino.

También utilizaba grandes capas a modo de abrigo, y sus vestidos solían tener o bien mangas abullonadas o acampanadas. El terciopelo fue su tejido favorito, sobre todo en color negro, y lucía una especie de mantellina con capucha y aperturas en los brazos para que se viese el vestido.

Trasladar el estilo de Isabel la Católica a día de hoy

Muchas de las prendas que solía utilizar Isabel la Católica siguen vigentes a día de hoy, algunas incluso son tendencia esta temporada: llevar varios anillos en una sola mano, collares con símbolos religiosos como la cruz, los corsés, las capas o el terciopelo, son prendas que siguen inundando los escaparates de las tiendas españolas.

Además, ahora más que nunca, se llevan las faldas largas y los vestidos con vuelo, algo que, de manera actualizada, nos recuerda a la vestimenta de la reina Isabel. Incluso la cofia blanca que solía llevar, recuerda a la balaclava que tan de moda ha estado este invierno.

Quién vestia a la reina Isabel II

A sus graciosas majestades del Reino Unido de Gran Bretaña se las ve primero y, ya después, se las oye si procede. Así ha sido al menos estos últimos 70 años. Una deferencia para con los súbditos que Isabel II cumplió a rajatabla durante prácticamente todo su reinado: que nadie pudiera quejarse al llegar al pub, a casa o a la oficina de no haberla vislumbrado entre las multitudes cuando le tocaba aparecer en público.

Me hago notar, luego existo como institución, venía a decir este compromiso con el pueblo expresado a través de la ropa. Un férreo código de vestimenta por el que se la reconocía como (la) reina al primer vistazo, pero que también informaba de la estabilidad de la monarquía. Mientras hubiera un conjunto de abrigo y sombrero rojo buzón de correos, azul huevo de pato, rosa algodón de azúcar o verde libélula de Sandringham que vislumbrar, aunque fuera en la distancia, qué podía ir mal en Albión.

Es posible que la más longeva de los monarcas en el trono británico solo concibiera la moda como servicio público. Una herramienta útil (otra más) para el desempeño de sus obligaciones. Ponderada por el ejemplar uso del guardarropa como armadura en la arena de la geopolítica mundial de dominio masculino. De ella se ha dicho que inventó la sastrería diplomática, esa mano izquierda con los colores y, sobre todo, los estampados de alcance simbólico y casi siempre bienintencionada lectura social, política y cultural.

El peculiar sello en la indumentaria al que dio pie hace lustros que no admitía discusión, si es que alguna vez fue objeto de crítica: comedido en las medidas (ni muy largo ni muy corto, ni muy ancho ni muy alto), audaz en el manejo cromático (en bloque, de la cabeza a los pies), conservador en lo accesorio (collares de perlas de tres vueltas, guantes, mocasines de tacón bajo Anello & Davide o Salvatore Ferragamo, bolsos de charol Launer). Quizá no tendencia, pero había estilo ahí. “La reina no necesita cambiar para estar con los tiempos. Con que permanezca como es, los tiempos se adaptarán a ella”, proclamó la revista Time en 2015, al pulverizar récords como monarca en activo. Corramos un chovinista velo.

vestimenta de la reina isabel la catolica - Quién vestia a la reina Isabel II

Los sombreros siempre han sido un sello del estilo inconfundible de la reina Isabel II.

También es verdad que Isabel Alejandra María no fue educada para la moda. De hecho, se la apartó de su camino a conciencia. Se ocuparon de ello sus padres tan pronto resultó evidente su futurible coronación como Isabel II. En cuanto ascendieron al trono, Jorge VI e Isabel (la luego venerable reina madre) distanciaron a la familia real británica ética y estéticamente de todo aquello que pudiera asociarse al muy dandi tío Eduardo (brevemente, el VIII de su nombre) y la mujer por la que abdicó, la divorciada estadounidense Wallis Simpson, adicta a la alta costura parisina y definitivamente antibritish en términos de estilo.

En ese sentido, la historia del vestido con el que, la entonces aún princesa, se casó con Felipe de Edimburgo es pura propaganda Windsor: un diseño de Norman Hartnell (modista al que ya recurriera su madre en aquella primera visita a París en calidad de consorte, en 1938), pagado con los cupones para ropa de la cartilla de racionamiento de la propia Isabel y una ayuda extra de 200 cupones más que aportó el Gobierno de Churchill. En lugar de tomárselo como demostración de exceso y privilegio, al pueblo británico le pareció un bonito gesto de solidaridad con la joven y nada sofisticada novia de posguerra. Lo que se dice crear marca —hacer branding— desde 194

Isabel II en su coronación, en Londres en 1953, con la corona, el cetro y el bastón de mando durante su coronación, vestida con la capa de armiño y un diseño de Norman Hartnell. Universal History Archive (Universal Images Group via Getty)

Hartnell repetiría en 1953 con el traje de la coronación. Creador de cabecera para menesteres festivos, de vestirla de día se encargó durante casi cuatro décadas Hardy Amies, uno de los primeros sastres en llevar la modernidad a Savile Road, meca sartorial londinense, a principios de los años cincuenta. La mayoría de los trajes de chaqueta box de ramalazo chanelista y los vestidos de línea A, à la Dior, eran cosa suya.

Esto demuestra que, en efecto, Isabel también tenía conocimiento de causa, aunque fuera su hermana pequeña, Margarita, quien se llevara la fama como fina estilista (Christian Dior, del que era clienta y amiga, la consideraba una “princesa de cuento de hadas”). Para el caso, la reina jamás dejaba puntada sin rematar: antes de la confección, supervisaba cada diseño y elegía los tejidos. Y, una vez decididas hechuras y telas, no solía haber vuelta atrás. Las prendas tenían una vida útil de un par de usos, tras los cuales pasaban de nuevo por el taller para valorar su reciclaje.

La reina Isabel II de Inglaterraa observa una competición de caballos en mayo de 1988 en Windsor. David Levenson (Getty Images)

Así de sostenible se las gastaba mucho antes de que repetir modelo causara furor medioambiental en otras casas reales europeas. De todo eso y bastante más, en fin, da cuenta Angela Kelly, la que fuera encargada de vestuario de la monarca estas tres últimas décadas, en The Other Side of The Coin: The Queen, the Dresser and the Wardrobe (HarperCollins, 2019), un libro de memorias indumentarias, de Buckingham a Windsor pasando por Balmoral, que contó con las bendiciones de Su Graciosa Majestad.

Banderín de enganche de todo lo que se entiende estéticamente muy británico y mucho británico, sentido nada vergonzante de la extravagancia incluido, Isabel II ha terminado siendo/significando más aquello que vestía de igual manera que sus atuendos se fueron convirtiendo en la expresión de ella misma. Sobre todo según avanzaba en edad.

La fórmula también le funcionó cuando se encontraba de asueto, de vacaciones en el castillo escocés donde falleció el jueves y que dio nombre a su desenfadado agroestilismo: la chaqueta o el tres cuartos de lana encerados, guateados o no; la falda de tartán, ligeramente tableada; las botas de agua Wellington; el pañuelo estampado en la cabeza, anudado bajo la barbilla.

Anda que no ha tenido recorrido en las pasarelas ese estilo Balmoral, desde los días de Azzedine Alaïa y Jean-Paul Gaultier, a las más recientes interpretaciones de Phoebe Philo en su momento Céline, Stella McCartney, Sacai y hasta Richard Quinn, primer ganador del premio establecido por el British Fashion Council que lleva el nombre de la reina y distingue desde 2018 a los jóvenes diseñadores de las islas. “Como tributo a la industria y como mi legado a todos aquellos que han contribuido a la moda británica”, decía en su discurso de entrega del galardón la monarca, que bien podría haberse colgado la medalla. En unos días, la semana de la moda de Londres —cuyo calendario de desfiles sigue, en principio, adelante, con las cancelaciones de los desfiles de Burberry, proveedor de la casa real británica, y de Raf Simons— coincidirá con las reales exequias.

La vestimenta de la reina Isabel la Católica fue una mezcla de opulencia y poder. Utilizó su guardarropa y sus joyas como una forma de afirmar su autoridad y su estatus en una época en la que el vestir era una herramienta política. Su estilo sigue siendo una inspiración en la moda actual, con prendas como los corsés, las capas y el terciopelo que siguen siendo tendencia. Además, su enfoque sostenible de la moda, repitiendo prendas y reciclando, es un ejemplo a seguir en la industria.

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